Siempre sentía lástima de mi misma y tenía mucho resentimiento por todos los años de violencia que viví pero un día una querida amiga me presentó a Jesús y ese día descubrí que NO estaba sola. Le entregué a él la pesada mochila de tantos años de violencia y de abuso. Sólo a través del PERDÓN pude seguir
mi camino y salir a flote. Porque Dios restaura las vidas dañadas.
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